sábado, 1 de diciembre de 2012

uy

Después de los momentos más intensos, y habiendo recuperado la capacidad de hilar oraciones, puedo asegurar que la pasé muy bien, y a la vez, muy mal.
Me planteé y replanteé hasta el hartazgo todas esas cosas que mi cabeza podía enunciar.
Realmente, fue un viaje, te diría, porque si bien en ningún momento dejé este departamento, e incluso en mis momentos de locura más extrema tenía bien claro que si dejaba el departamento, mi misma curiosidad hubiera puesto en peligro mi vida.
En el momento me daba cuenta del pensamiento de preservación, el instinto humano de preservarse existiendo, me preguntaba qué pasa cuando "te morís".
Pensé en cómo Nelson, el cantante de Blur o un azteca hace decenas de miles de años llegaron a la misma idea.
Por momentos lo sentí tan intenso que paré a ver qué estaba haciendo, y en el mismo análisis de eso que estaba haciendo volvía a hacer eso.
Es una locura tan cíclica como esta explicación.
Es gracioso y a su vez tortuoso.
No podría, jamás de los jamases ponerle la etiqueta de "bad trip", aunque me parece que es lo más cercano que yo tuve a "un bad trip".
Lejos de decir cosas como "ay, nunca más", me encantaría volver a hacerlo.
Es una cosa muy extraña.
Me encontré a mí mismo mordiendo mis labios rabiosamente y dejando de hacerlo, para, calmadamente, y poseído por una tranquilidad frívola y cínica de aquel que no evita lo inevitable, decir:

"Un torbellino"

"El edificio tiembla"

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